Texto 5- Despectivismo

Despectivismo


Malhablada, mal lavada, y por mí, mal alabada, sale al rellano la vecina. Yo, que a sus tacones o al sufrimiento que expressa el suelo debajo de éstos, la escucho, me dispongo a observarla. Lo primero en verla es la masa que conforma, hoy teñida de rojo. “Como una alfombra persa” dirian alguno de sus ejecutivos, yo, más bién, la compararía con la regla. Surge en escena esa albondiga rellena de dedo que al botón del ascensor decide atormentar. Con este choca y, aunque leve a sido el golpe, sus grasas se mueven. ¡Ay pobrecita mía! Que sufrimiento y dolor más grande debió sentir su madre al parirla, aunque de dolores peores seguro que ha vivido; al verla y tener que, por obligación, acercarle la teta. Debió chupar mucha leche el bicho ese, pues sus labios un tercio, no de su rostro, de su cabeza ocupan y casi con el entrecejo se juntan. Maldita sierpe obesa que de tanto que pesa tres veces tubieron que cambiar el ascensor, pero claro, pobrecita ella, que tubo que bajar de un décimo por las escaleras. En ese entonces yo cruzaba dedos para que se cayera. Así cumpliría dos deseos, uno que la aglomeración se muriera, otro, que por derrumbe me cambiaran de vivienda.
Ahora el saco de pulgas su mano izquierda la situa en un glúteo y, entre el valle de arrugas de éste, intenta aliviar el picor de su culo. Sigue rasca que rasca hasta que, al parecer, sus picores ha matado (pobrecitos, que mala vida han pasado). Uy! Que las morcillas no se ha coloreado! Saca una cera y pintorrea, pintorrea, pintorrea hasta que, en su rostro a medio hacer, se puede dislumbrar, su bonito garabato. Una vez ya lista, y el ascensor que ya ha llegado, abre la puerta y sonríe sin reflejarse en el espejo. Éste de negro lo han pintado. Según unos por no volver a repararlo, según otros como yo, para regenerar el miedo que éste ha pasado al tener que donar sus reflejos a esa aberración que el señor ha hecho (no concebido, pues como en ella tampoco lo hay, menos debe haber, un lenguaje fino). Aprieta sus muslos y se diposita en el interior. El perro del 1º-A comienza a ladrar, ya ha olfateado su olor. Cierra la puerta a la vez que aprieta los barrotes de su rostro, los cuales pegados a la puerta han quedado. Pobre aquél que al abrir la puerta la vea! Yo que, solo he contemplado a tal espanto de vecina por la mirilla, ya varias veces me ha fatigado y más de una hubiera vomitado (sobre ella, claro).
Me giro y le digo a mi esposa:
-Tu madre ha salido.
-Y donde a ido?
-Con su parentela.
-Ah! A casa del tito?
-No, al zoo con el gorila o al veterinario, quien mejor hoy la comprenda.
Me pega una ostia en la jeta, y me arrastra con ella a ver la telenovela.

Comentario de: Despectivismo


Sarcasmo e hiperbolización caracterizan este texto, junto a su originalidad.
Entretenido, no creen? No se necesitan grande spalabras para ofender.

Espero que les guste